domingo, 22 de abril de 2007

UMIAOI



El café de sus ojos ardía cogiendo los matices del atardecer mientras su mente divagaba siguiendo las olas de un mar embravecido. Sentado sobre una roca recibía los embistes del chocar de las olas. Inmóvil, parecía parte del paisaje y a medida que las sombras imponían su reinado fue sólo una silueta. El salado acariciar de una brisa daba forma singular a su melena, mas seguía inmóvil mientras los últimos rizos dorados de un sol durmiente se desvanecían en el azul metálico de un mar inquieto. Lentamente sus ojos se fueron matizando de la plata de una luna altiva que ascendía ante un coro de rugidos marinos.
El mar... cuántos recuerdos le traía aquel melancólico agitar de las olas, hoy impetuoso reclamo, ayer ondulantes sonrisas. Aquel mar que se siente traicionado y no lo acoge entre sus brazos. Antes amo y señor de su inmensidad, hoy exiliado de sus terrenos.
Dos perlas de frío resplandecen repentinamente por sus mejillas hasta que una brisa caprichosa se apodera de ellas para guardarlas entre sus tesoros.
Cuán cerca y distante está a la vez de su hogar. Repentinamente se levanta y su voz se oye como un trueno.
-¿Por qué me rechazas? -Grita desesperadamente. Obteniendo como respuesta el azotar húmedo y frío de un puño contra la roca donde se encuentra, mas permanece erguido, sin que la embestida logre derribarlo.
En su interior conoce bien los motivos por los cuales ya no es bienvenido en su hogar, cometió un pecado imperdonable: renegó de su origen, olvidó quien era por satisfacer un capricho.
Coronado de coral vivía desde tiempos inmemoriales en las profundidades del mar, Umiaoi vivía feliz entre algas y coral, hijo de Kaiosei, emperador del Reino de Kai, gozaba de todos los privilegios de un príncipe. Era soberano de todos los confines del océano y tenía autoridad sobre todas las criaturas marinas. Acostumbraba danzar con las olas y en ocasiones solía aventurarse a alguna playa y mezclarse con sus habitantes. Le era fácil pasar inadvertido, sólo le costaba iniciar la respiración fuera del agua. Le gustaba compartir con los humanos, ayudarlos en sus labores junto al mar, era bondadoso y ayudaba al los pescadores guiando los peces a sus redes.
Umiaoi pronto debería convertirse en soberano del Reino de Kai, Kaiosei estaba cansado y como hijo mayor debía asumir el mando. Pero él no estaba seguro si podría con tal responsabilidad, le gustaba ser libre y al tomar el mando del reino tendría que asumir demasiadas obligaciones y ya no le estaría permitido arrancarse al mundo de los humanos.
Umiaoi cumplía un rol importante como príncipe del Reino de Kai, él era el encargado de recoger las almas de quienes morían en el mar y procurar que tuvieran descanso. También estaba encargado de controlar a los monstruos marinos para que no dañaran a la humanidad. A veces tenía problemas con algunos barcos fantasmas a los que les gustaba hacer travesuras a los mortales, pero con su poder lograba llevarlos al descanso eterno.
Hace muchos años atrás el Reino de Kai era conocido por los humanos y tanto Kaiosei, Umiaoi, como el resto de sus habitantes compartían con los mortales, cuando éstos eran más inocentes y respetuosos, pero con el pasar del tiempo se fueron distanciando hasta que el Reino de Kai fue sólo una leyenda.
Umiaoi cumplía con sus obligaciones, jamás desobedecía, pero un día una doncella cayó a las tempestuosas aguas del mar, un día de tormenta en el cual el barco en el que viajaba naufragó. Nadie sobrevivió. Umiaoi cogió las almas de los tripulantes de la embarcación pero tuvo la mala idea de ver en el interior de un alma cálida y luminosa que atrajo su atención, era tan dulce e inocente que se compadeció de ella y no pudo llevársela. Al contrario, la besó y con su aliento le devolvió la vida, luego la llevó una playa cercana y la dejó en la orilla, esperando oculto hasta que vio a unos pescadores la encontraron, viéndola a salvo se marchó.
Al llegar a su hogar Kaiosei, su padre, estaba furioso, no podía ser, ¿cómo había desafiado las leyes de la naturaleza? Había arrebatado de la muerte a alguien que ya tenía trazado su destino, había roto el equilibrio de la vida.
-¿Cómo te atreves a decidir quién vive y quién no? -Dijo en un tono de voz similar a un rugido- Sólo debías tomar su alma. ¿Por qué no lo hiciste? -Preguntó suavizando la voz.
-No lo sé -dijo Umiaoi-. Sentí que merecía otra oportunidad, que aún no era su tiempo.
-¿Sentiste? ¿Desde cuándo sientes? No está en ti determinar cuando es el tiempo de cada quien, tu deber es sólo guiar al descanso las almas de quienes caen en nuestro Reino, nada más -dijo en tono triste- ¿Sabes las consecuencias de lo que has hecho? -Preguntó.
-Sí, lo sé -dijo tristemente-, pero por alguna razón no me arrepiento de lo que he hecho.
-Umiaoi, no podrás asumir el mando del Reino de Kai -dijo en tono severo-, ya no eres parte de él, con el dolor de mi alma te destierro de este reino por la eternidad, ya no eres mi hijo -al decir esto dos lágrimas coralinas rodaron por sus mejillas.
Umiaoi salió del Reino de Kai con la cabeza altiva, sin mirar atrás, mas su alma lloraba en silencio.
Desde entonces ha vagado por el mundo, de vez en cuando iba a visitar a la doncella que le costó el exilio de su hogar. La vio feliz, enamorarse, contraer matrimonio, tener hijos y nietos, disfrutando de una vida plena. Sintió que no se había equivocado.
Con el paso de los años el exilio comenzó a afectar a Umiaoi, aunque le gustaba estar con los humanos, extrañaba su hogar. Intentó volver, pero cada vez que se acercaba a la orillas del mar, éste reaccionaba en su contra con tempestuosas olas.
Y ahora Umiaoi se encuentra de pie sobre una roca, contemplando con tristeza su tan amado hogar. Repentinamente su mirada deja de ser triste, se vuelve decidida. El amanecer se acerca y Umiaoi ha tomado una decisión, ya no soporta más este exilio. Cierra los ojos un instante, siente la sal de unas manos inmateriales que secan sus mejillas y luego... se arroja al mar. Qué bien se siente su humedad finalmente está en su hogar.
Amanece, lentamente las aguas toman los tonos cobrizos de un sol aletargado, nace el día y las olas abrazan a la playa, y... Umiaoi danza ondulante y sonriente hecho espuma marina coronando las olas, mas ha alcanzado la paz...
Historia tomada de "Fragmentos de vidas"
Autor: Ishel
Derechos Reservados

5 comentarios:

Miriam Jaramillo dijo...

Gracias por tu visita.Muy bueno tu articulo.Para mi tambien es un placer leerte.Felicidades.

@Igna-Nachodenoche dijo...

Hoy
precisamente hoy
que el mar,
inunda mi calma
te dejo mis besos
bajo tu almohada.

¡Que no se diga!

Que no te dediqué unos versos...

Cavilando.

Besos.

Unknown dijo...

Preciosa la historia, mi nocturna amiga Ishel. Te dejo un beso marino y salado,
V.

Ishel dijo...

Querida Miriam tus palabras son siempre inspiradoras, gracias por tu apoyo.
Agradezco tus besos y versos.
Mi vendaval amigo. Que dulce es la sal de tus besos. Gracias por visitarme

Anónimo dijo...

siempre es sano quebrantar todas las normas en nombre del
amor