jueves, 24 de enero de 2008

LA MUÑECA

Recuerdo que cuando estaba en el colegio solían circular algunas historias relacionadas con sucesos sin explicación. Cuando se es pequeño, se suele creer en monstruos, fantasmas y todas esas cosas que emplean los adultos para asustarnos. Yo nunca creí en nada parecido hasta que me crucé con uno de estos fantasmas. Siempre decía que hasta no ver algún ser sobrenatural, no estaba dispuesta a creer en ellos. Cuando cursaba el séptimo año básico, recuerdo que con mis compañeros solíamos reunirnos para conversar y en ocasiones sobre todo en los días de lluvia nos gustaba contar cuentos de terror y apariciones, muchas veces inventados y otras, alterados para impresionar. Fue así como conocí más de diez versiones de la historia de la Llorona, aquella mujer que perdió a sus hijos y en la noche sale a buscarlos. También hablábamos de duendes y la más famosa de todos era la historia de "La Quintrala". Pero ninguna de estas ninguna de estas historias llamó tanto mi atención como la de "La Muñeca", tal vez esto se debe a que se aparecía en el colegio donde yo estudiaba y conocía a muchas personas que aseguraban haberla visto más de una vez. Le llamaban "La Muñeca" porque era el fantasma de una niña pequeña que se aparecía en algunas noches en los pasillos del colegio, lloraba y gritaba y luego se desvanecía. Una noche con mis compañeros decidimos hacer una "cacería de fantasmas" y nos reunimos en el colegio. Yo no tenía miedo, tal vez porque no creía mucho en las historia. Llevábamos linternas y decidimos dividirnos para poder investigar mejor, ya que el colegio era demasiado grande. Yo me quedé sola y decidí buscar por los pasillos, no había nada de extraño como lo había sospechado y esto me causó risa porque habíamos ido en vano. No quería desilusionar a mis compañeros, así que planeé darles un buen susto, pero cuando me disponía a esconderme para llevar a cabo mi plan sentí que no estaba sola y cuando volteé me llevé una gran sorpresa, justo atrás de mí había una figura blanca, como una luz que poco a poco fue cobrando forma humana, se asemejaba a una niña de unos seis años, vestida como de la época colonial, llena de bucles y encajes, me miraba fijamente, yo no podía hablar, me quedé paralizada frente a ella, extrañamente yo no tenía miedo, sólo estaba sorprendida y no podía coordinar mis pensamientos. La niña no dejaba de mirarme con una expresión de tristeza y dulzura que conmovió mi alma. Todo estaba en silencio, mi mirada se cruzó con la de la niña, parecía que deseaba decirme algo y no encontraba la forma de hacerlo, hasta que por fin se rompió el silencio. "-Estoy perdida, no encuentro a mamá, ¿me puedes ayudar?" -dijo con una voz cristalina y suave que parecía el trinar de alguna avecilla. Yo sabía que responder, quería saber su nombre, de donde venía, qué hacía en este lugar, pero no me atrevía a hablar, hasta que finalmente me decidí. "-Si me dices tu nombre, tal vez pueda ayudarte -" dije sin dejar de sorprenderme al escuchar mi voz que me parecía tan lejana. Pero cuando ella estaba a punto de contestarme, se escucharon los gritos de mis compañeros que me llamaban y muy pronto pude oír sus pasos que se acercaban junto a las luces de las linternas, volteé para ver quién era y pude reconocer a uno de mis compañeros, pero cuando regresé la vista hacia la niña la vi correr y desvanecerse en el aire. No sabía qué pensar. Mis compañeros no alcanzaron a verla y yo no les conté nada no me habían creído y se hubiesen burlado. Volvimos a casa sin muchas aventuras que comentar. No pude dormir aquella noche, cerraba los ojos y veía la imagen de la niñita pidiéndome ayuda, por lo que decidí que cuando fuese al colegio, investigaría algo de esta historia, hasta encontrar alguna relación con las apariciones de "La Muñeca". No fue nada fácil, ya que no sabía por donde empezar. Consulté a algunos profesores acerca de lo que había sido el colegio antes, pero ninguno pudo orientarme. Finalmente el profesor más antiguo me dio algunos datos importantes que ayudaron notablemente a mi investigación. Al parecer, hace casi doscientos años, el colegio fue una gran hacienda con plantaciones y animales. En ella vivía un joven matrimonio junto a su pequeña hija, llamada Angélica. Angélica era una niña muy dulce y cariñosa, todos la querían y la mimaban mucho. Le gustaba recorrer la hacienda, jugar con los animales, recoger frutitas y correr libre por todos lados. La hacienda era una de las más importantes del lugar, la más rica, pero a pesar de ello, quienes la habitaban eran gente muy sencilla, siempre dispuestos a ayudar a quien lo necesitase. En la hacienda vivía mucha gente, unos eran trabajadores; otros, caminantes de paso y , otros, personas que trabajaban a cambio de techo y comida. Y a pesar de todas las diferencias que pudiesen existir entre ellos, vivían en la más cálida armonía. Angélica era el alma de aquella hacienda, era la más pequeña y todos la adoraban. Ella era como el ruiseñor que los despertaba cada día de sus labores rutinarias para traerles una ráfaga de alegría. Ella siempre corría por todos lados como una mariposa. Pero un día se perdió, nadie supo a dónde se fue, todos enloquecieron buscándola, pero fue inútil ella había desaparecido. La madre de Angélica no pudo soportar vivir sin su hija y murió al año después, sin perder las esperanzas de encontrar a su niña. Desde que Angélica desapareció una nube negra ensombreció aquella hacienda, nadie volvió a reír y poco a poco la próspera hacienda dejó de serlo y comenzó a hundirse en la miseria, sus campos antes fértiles sólo cosechaban malezas y los animales fueron muriendo por falta de comida. El padre de Angélica no pudo soportar la falta de su hija, ni de su esposa y una tarde de invierno se quitó la vida. La hacienda fue cambiando de dueños hasta que hace unos veinte años se construyó el colegio en el que yo estudié. Al conocer esta historia me di cuenta de que Angélica es la niña que se aparece en los pasillos del colegio. Creo que algo debió sucederle por lo que su alma no puede descansar en paz y que por eso vaga errante, pero yo no podía hacer nada. Volví al colegio varias noches, pero ya no volví a encontrar a la niña, quizás encontró a su mamá y pudo descansar finalmente, creo que eso no puedo saberlo. Finalmente acabé el colegio y no volví más a él. Ahora le cambiaron el nombre y vendieron gran parte de sus terrenos para
la construcción de viviendas, no volví a oír de historias de apariciones, ni nada parecido, pero tampoco dejé de creer en ellas. Me hubiese gustado saber lo que pasó con "La Muñeca", pero creo que ya no vale la pena, ha pasado mucho tiempo desde que la vi y que nadie más volvió a saber de ella.

Autor Ishel
Derechos Reservados

miércoles, 16 de enero de 2008

CIRUELO

Este ciruelo ha existido desde el mismo inicio del tiempo, se dice que es un ser que despues de cansarse de la eternidad, decidio transformarse en ciruelo para meditar en paz. Ishel habita en el. Al no ser humana, ella no siempre tiene forma definida, prefiere ser una brisa y juguetear en los citricos petalos de Ciruelo, El siempre la ha acogido entre sus ramas y es por eso que siempre retorna a él, es fuente de inspiracion y a veces es el amigo que sin palabras esta con ella, muchos de sus versos han sido dedicados a su ciruelo.


"El rugido de las hojas en el viento
mis latidos ahuyenta a su silencio
sin sentido memorias de un invierno
cual gemido azotan mi universo
y reprimo las lagrimas al tiempo
que un suspiro se ahoga en un lamento
y en efímero susurrar sin tiempo
me devuelve la paz a mi tormento..."



Autor Ishel
Derechos Reservados

sábado, 12 de enero de 2008

UNA HISTORIA INSOMNE




UNA MISTERIOSA CIUDAD
Hace miles de años, cuando no existían los continentes y el mundo era una gran extensión de tierra, en lo que hoy llamamos el Océano Atlántico, aproximadamente entre los paralelos 70º y 40º oeste y el meridiano 30º norte, cerca del Trópico de Cáncer, entre América Central y el Norte de África, existió un gran imperio: ATLÁNTIDA.La ciudad se encontraba en el centro del mundo y se asemejaba a una gran fortaleza rodeada de muros impenetrables. Era prácticamente imposible que alguien llegase a cruzar la barrera y pudiese ingresar a la ciudad. Además, en Atlántida no estaban permitidos los extranjeros y si alguien por casualidad ingresaba a la ciudad, nadie volvía a saber de él. Nadie salía de aquella ciudad.Los habitantes de Atlántida eran muy extraños, no habían ni niños ni ancianos, todos parecían tener entre veinte y treinta años. Había igual cantidad de hombres y mujeres y todos vivían independientes. Ellos poseían un a inteligencia sin limites y habían logrado dominarla consiguiendo aprovecharla en toda su capacidad. Se dedicaban a hacer estudios sobre todo lo que les rodeaba y llegaron a inventar y descubrir muchas cosas que mejoraron su calidad de vida. Al parecer también descubrieron la cura para todas las enfermedades ya que en Atlántida nunca nadie enfermaba. También crearon técnicas de cultivo y procesamiento de alimentos con lo que aseguraban su alimentación. Domesticaron algunos animales y dedicándose a su crianza, aprovechando de éstos la leche, carne, piel y grasa. También lograron llevar el agua de un río hasta sus casas mediante un complejo sistema de tubos. Eran realmente unos genios de la arquitectura, construyeron sus casas de modo tal que eran capaces de resistir cualquier capricho de la naturaleza. Sus hogares tenían apariencia acogedora. Todas las casas eran iguales y demostraban el gusto por el arte de quienes las habitaban. Había mucha vegetación en Atlántida. Todas las flores que pudiesen imaginar y en tantas variedades y colores que sería imposible darle nombre a todas. También había muchos animales de distintas especies y algunas criaturas especiales que sólo podrían existir en Atlántida. Tanto hombres como mujeres trabajaban por el bienestar de su sociedad. Todos tenían los mismos derechos. Tenían un sistema de gobierno que consistía en un Consejo General integrado por seis hombres y seis mujeres, los que eran los más sabios de la ciudad. El Consejo General estaba encargado de las decisiones importantes del pueblo. Velaba por la seguridad de Atlántida. Asignaba los trabajos, además de crear ciertas normas y vigilar que fuesen aplicadas. Atlántida podía ser comparada con un lugar ideal como el Paraíso, pero estaba rodeada por una nube de misterio más grande que el muro que la separaba del resto del mundo.Todo era muy diferente para quienes vivían al otro lado de la muralla. Eran todo lo opuesto a quienes habitaban Atlántida. Eran seres muy primitivos, no tenían casas, vivían a la intemperie y si la naturaleza se enojaba se veían obligados a refugiarse en cuevas, abrigándose con pieles de animales. Comían de lo que lograban cazar y de algunos frutos obsequiados por los árboles. Se organizaban en grupos, una especie de tribu. No conocían nada de ciencias u otras materias y su única meta o ambición era sobrevivir. Vivían en constante guerra entre ellos, ya fuera por comida, territorio o sólo por capricho, el pelear al parecer les producía placer. Pero lo que nunca hicieron fue aproximarse a la fortaleza, al parecer la muralla les producía esa extraña mezcla entre mido y respeto que produce lo desconocido o lo que no tiene explicación. Y así, por este miedo, se formaron dos mundos. Y por estos dos mundos los años marcaron sus pasos. Fuera de la muralla los hombres nacían y morían, siguiendo el curso natural de la vida, transcurriendo así varias generaciones, desarrollándose poco a poco, consiguiendo crear cosas, mejorando así notablemente su calidad de vida. Dejaron de vivir en grupos y se organizaron en aldeas y posteriormente en pueblos. Aprendieron a construir casas, desarrollaron la agricultura y lograron domesticar algunos animales, aprovechando mucho mejor los recursos. Dejaron de cubrirse con pieles de animales y comenzaron a confeccionar ropa usando la lana que obtenían de algunos animales.Pasaron años y años y siguieron los avances del hombre, sólo una cosa no cambió: su gusto por pelear y destruirse.El mundo comenzó a crecer y desarrollarse, pero aún no estaba a la altura de la tecnología de Atlántida.Atlántida seguía siendo la misma. Los años no pasaban por la ciudad, parecía que el tiempo se había detenido. En el mundo fuera de la muralla sólo algo permaneció sin cambiar, jamás se atrevieron a cruzar la barrera que los separaba de Atlántida.Estos dos mundos podrían haber seguido por siempre sino hubiese sido por un capricho de la tierra que cambió definitivamente las cosas. Fue un gran terremoto, horrible, furioso que abrió la tierra, dividiéndola en siete grandes partes y cientos de pequeños trocitos que quedaron esparcidos por el mar. Dos de las grandes partes quedaron totalmente aisladas del sol. Atlántida desapareció por completo y nunca más nadie volvió a saber de ella.El mundo siguió evolucionando, olvidándose de que alguna vez existió una ciudad rodeada por una muralla. Atlántida pasó a ser entonces una de las tantas leyendas que tiene el mundo para explicar lo que no puede descifrar.Lo único que jamás cambiará en los hombres son su ambición y sus instintos guerreros. A pesar de ser seres con inteligencia y capacidad para usarla no saben aprovecharla, la desperdician creando cosas innecesarias que sólo sirven para destruir y crear conflictos, como lo son las armas.Los hechos que marcaron la historia son principalmente guerras que escribieron con sangre inocente la historia de la humanidad.Siempre las guerras tuvieron la misma causa: AMBICIÓN.Entre las innumerables guerras, dos han sido las que marcaron la historia. En ellas el hombre demostró que de nada sirve la inteligencia si va acompañada de la ambición y debido a esto la tierra quedó sembrada de muerte, miseria y dolor. En la segunda gran guerra el hombre orgulloso mostró sus adelantos, producto de su malempleada capacidad creadora. Y fue un hombre de gran inteligencia, como ha habido otros a través de la historia, quien con su ambición transformada en locura, el que con su insensatez provocó la destrucción de un pueblo entero. La historia se escribió con guerras, sangre, destrucción y tristeza. Hechos que marcaron nuestra vida y que nos recuerdan cuando vamos a la escuela, en lugar de hablarnos de paz y valores, o enseñarnos a crear y no destruir.El hombre siguió avanzando sobre el camino de la violencia y la ambición y al progresar no le fue suficiente su propio mundo, quiso llegar más lejos, y lo consiguió, logró profanar la Luna, pero esto no le bastó, sino que lo inspiró a construir más vehículos para viajar por el universo.Aunque con todos sus adelantos que mejoran su calidad de vida, aún el hombre no ha sido capaz de cambiar su condición de mortal.Desgraciadamente el paso por este mundo es sólo un sueño en el camino que conduce a la muerte.Siempre supe que no viviría eternamente, pero jamás pensé que mi vida sería tan efímera. Cuándo los médicos me dijeron que me quedaba poco tiempo de vida, un año..., tal vez dos... qué más da!... vi mi fin y sentí miedo.Trataron de convencerme de seguir un tratamiento, internarme en un hospital, probar nuevas terapias, porque quizás había una pequeña posibilidad de retrasar el avance de mi enfermedad, es decir, hacer más lentas las horas que llevan al ocaso. Y, a pesar de sus protestas, me negué rotundamente. ¿De qué me servía alargar mi tormento en un hospital? Todos mis seres queridos me verían morir lentamente, como una frágil estrella que lentamente se va desvaneciendo hasta finalmente dejar de brillar, rodeada de máquinas, en una fría habitación, convertida nada más que en una sombra.Mi mal no tenía remedio, lo único que los médicos podían ofrecerme era retrasar mi hora final a cambio de convertirme en un ser amarrado a una cama ¿de qué me servía vivir más tiempo si debía vivirlo encerrada en un frío hospital?En esa época vivía con mis padres y había terminado mis estudios de periodismo, aún no tenía muy claro lo que iba a hacer, yo sólo había consultado a los médicos por unas simples jaquecas que creí pasarían con unos analgésicos y me encontraba muy confundida. Con respecto a mi carrera ni siquiera había pensado dónde ejercerla, apenas y me había titulado.No pude decirles nada a mis padres respecto mi enfermedad, habrían sufrido demasiado y no quise hacerles daño.Pasaron los días después del diagnóstico médico y puede ver la situación con mayor claridad. Acepté un trabajo como corresponsal de prensa, el cual me mantendría viajando de un lugar a otro y vivir con intensidad cada segundo. Me propuse disfrutar cada instante como si fuera el último, olvidar las preocupaciones porque son tiempo perdido, y sólo vivir... hasta donde me estuviese permitido hacerlo.Así comencé a viajar de un sitio a otro, no podía estar mucho tiempo en un lugar, creía que al permanecer demasiado tiempo en un pueblo o ciudad, era como sentarse a esperar el ocaso. En cambio, al viajar me sentía desafiando a la muerte a que me atrapase.Abandoné mi casa, la estabilidad y comencé una nueva vida en hoteles, hosterías, aviones, viajando de un lugar a otro, por todo el mundo, refugiándome en el viento para escapar de la realidad...De niña he sido una loca soñadora y desde muy pequeña me sentí atraída por toda clase de historias fantásticas, mitos y leyendas, lo cual me arrastró a leer cuanto libro de ficción encontré en mi camino, y fue en esa persecución de historias fantásticas que tropecé con la leyenda de Atlántida, más que leerla la devoré, atrajo de tal modo mi curiosidad, que incluso llegué a obsesionarme con el tema y sin conformarme con una versión de la historia, comencé a investigar, hasta volverme una experta.No me podía convencer que tal ciudad fuese sólo un mito, una fantasía producto de la imaginación de algún ser.Recuerdo que en uno de mis viajes con dirección a Filadelfia, Estados Unidos, sobrevolábamos las Islas Bermudas, cuando repentinamente el avión se vio atrapado en una turbulencia haciendo que el piloto perdiera el control d la nave. Mi memoria me falla después de ese momento, sólo recuerdo gritos, ruidos, a los auxiliares de vuelo pidiéndonos calma y luego todo se desvanece, debo haber perdido el sentido.Al despertar me encontré en una habitación extraña, aunque acogedora. Era blanca, bien iluminada y la cantidad de detalles en la decoración del mobiliario y las paredes me impidieron clasificarla en un estilo determinado, pensé al comienzo que estaba en una habitación renacentista por los detalles en las paredes, la puerta tallada, los muebles que me rodeaban, todos llenos de relieves muy bonitos, una mezcla de motivos de distintas culturas, me creí muerta y pensé que estaba en algún lugar como el Paraíso o algún otro sitio fuera de este mundo.Mientras yo dejaba volar mi imaginación, bastante influenciada por todos los libros de ficción y mitos que había leído, entró en la habitación un joven de tez pálida, facciones amables y encantadoras, como salido de un cuento de hadas. Vestía de blanco y me hizo recordar a una imagen que vi en un libro del dios griego del amor, Eros, su apariencia era sobrenatural que creí estar aún soñando, cuando él interrumpió mis pensamientos con la melodía de su voz. -Veo que ya despertó -dijo- ¿Cómo se siente? -Preguntó.Su lenguaje me era desconocido y aun así comprendí sus preguntas, se dio cuenta de mi sorpresa al verlo y volvió a repetir su pregunta.-Bien -fue lo único que pude decir y desconocí mi voz, yo también hablaba aquel lenguaje. Estaba bastante confundida y él notó mi desconcierto.-No se asuste -dijo- se encuentra a salvo aquí.-¿Dónde estoy? -Pregunté.-Es mejor que descanse, ya habrá tiempo para preguntas. Traeré algo para que coma -acabó de hablar y se marchó.Quise levantarme e ir tras él pero me sentía algo mareada por lo que me quedé en la cama.Volvió a entrar después de algunos minutos con una bandeja con alimentos, la cual dejó en una mesa al lado de la cama y se marchó haciendo un gesto parecido a una reverencia.Debo haber estado inconsciente bastante tiempo porque realmente tenía mucha hambre, así que me incorporé en la cama y acerqué a mi la bandeja y comencé a comer.Me deleité con la exquisita comida, frutas desconocidas, pan deliciosamente horneado, leche, mantequilla, todo delicioso.Después de comer me quedé dormida y desperté al día siguiente con mucha más curiosidad. Ya no me sentía tan débil así que me levanté y comencé a explorar la habitación, era bastante amplia, más de lo que yo había pensado y mucho más hermosa. Los relieves y tallados eran figuras humanas realizando actividades de la vida cotidiana, pero no eran todas iguales, los hombres y mujeres vestían de distintas formas, parecían personajes de distintas culturas perpetuados en las paredes. La construcción era bastante sólida, aunque no puedo determinar qué materiales le componían, no se parecían a ninguno que yo conociera. No pude determinar de donde provenía la iluminación del cuarto y no hallé ninguna ventana. El mobiliario de la habitación consistía en una cama amplia con sábanas blancas, almohada mullida y confortable. Era de madera, quizás caoba, tallada con figuras de animalitos. Había un escritorio, con una repisa, algunos libros, papel, tinta, plumas. Al lado derecho de la cama había una mesa con dos sillas y al otro lado había una mesita de noche en donde el joven había depositado la bandeja con alimentos. También había un mueble como armario en el que encontré algo de ropa, vestidos similares a los que usaban las mujeres griegas de la época clásica. La habitación tenía dos puertas, una por la cual había entrado el joven y que no pude abrir y, la otra, conducía a un baño tan exquisitamente adornado como la habitación. Mientras me encontraba explorando se abrió la puerta y entró el joven y se sorprendió de encontrarme en pie.-Usted aun está convaleciente -dijo- vuelva a la cama, por favor.-Pero ya me siento bien -contesté-, además, no me gusta estar en cama.-Entiendo -dijo-, pero estuvo mucho tiempo inconsciente y debe mantenerse reposando para que acabe de reponer fuerzas.-De acuerdo - dije a regañadientes, volviendo a la cama y él me sonrió con cara de aprobación.Esta vez no se marchó, acercó una silla a la cama y se sentó a mi lado.-Discúlpeme por haber sido descortés y no presentarme -dijo-, pero creo estar a tiempo de enmendar mi error. Mi nombre es Darío y por el momento estoy a cargo de.... su bienestar.-Mi nombre es Ámbar .......-No me diga su apellido -interrumpió- aquí no los utilizamos, ya que todos somos parte de la misma familia.-Esta bien -dije sin acabar de comprender la situación en la que me encontraba.-Señorita Ámbar, ayer me preguntó dónde estaba, no le contesté porque usted necesitaba recuperar toda su conciencia para entender mi respuesta.-¿A qué se refiere? -Pregunté.-Quizás usted se crea todavía soñando cuando le cuente dónde está -dijo sonriendo.No le contesté porque sus palabras me dejaron más confundida de lo que estaba.-Bien -dijo interrumpiendo mis pensamientos-, usted se encuentra en ATLÁNTIDA.-¡LA ATLÁNTIDA! -Exclamé sorprendida.-Sí, la Atlántida -replicó.-Pero si la Atlántida jamás existió, era sólo un mito que no se pudo comprobar - dije asombrada.-Se equivoca, la Atlántida siempre ha existido, pero se ha mantenido alejada del resto de la civilización porque siempre tuvimos ideas distintas y nos desagradaba el carácter violento de ustedes, por esta razón nos mantuvimos en secreto y no dimos señales de existencia -dijo en un tono que revelaba algo de resentimiento hacia los que no habitábamos Atlántida.-¿Por qué estoy aquí? -Pregunté.-El avión en el que viajaba sufrió un desperfecto que lo hizo caer -dijo-, usted sobrevivió al accidente y de alguna forma el mar la arrastró a nuestra isla. Yo la encontré en la playa y la traje a mi casa, aparentemente no tenía ninguna lesión grave, sólo estaba inconsciente. Di aviso al Consejo General de su presencia y me permitieron hospedarla mientras se decide que será de su destino. Debe comprender que no estamos acostumbrados a la presencia de extraños en la isla, su presencia nos ha ocasionado algunos inconvenientes atrayendo la curiosidad de las personas que habitan Atlántida.-Realmente le agradezco su hospitalidad, creo que le debo la vida y siento mucho los problemas que le he ocasionado -dije algo avergonzada.-Pierda cuidado, aquí usted estará segura. Debo retirarme, seguramente debe tener hambre, iré a buscarle algo de comer. Mientras procure descansar, ya habrá tiempo para saciar su curiosidad -diciendo esto se marchó.Así que como una niña obediente me recosté, esperando que volviera con la comida, mientras intentaba ordenar mis ideas para llegar alguna conclusión.Darío volvió con una bandeja con alimentos. Me ayudó a sentarme y me acercó la bandeja. Luego se dispuso a marcharse, pero le pedí que se quedara a acompañarme, ya que no me gustaba estar sola. Gentilmente accedió a mi petición, acercando nuevamente la silla a la cama.Lo primero que le pregunté fue por la comida, la primera vez reconocí los alimentos, sus sabores eran tan exquisitos como desconocidos.-Lo que está comiendo no tiene nada de especial, yo mismo lo preparé, son alimentos que cultivamos aquí en la isla, vegetales, legumbres y frutas de nuestros invernaderos, la carne es de los animales que criamos aquí.-¿Usted cocinó para mí? -Exclamé-. Pensé que su esposa lo había hecho.-¿Esposa? -Dijo sorprendido-. No, no tengo esposa, vivo solo, por lo que me veo en la obligación de preparar mis alimentos y ocuparme de mi hogar.-Entonces creo que le he ocasionado más de un problema, porque además de sus quehaceres ha tenido que ocuparse de mí -dije algo avergonzada por las molestias que ocasionaba mi presencia en casa de Darío-. En cuanto me sienta mejor voy a ayudarle y no ser una carga para usted.-No diga tonterías, usted es mi huésped y debe descansar, más adelante decidiremos qué hacer, todavía hay que esperar la decisión del Consejo General.-¿Qué es el Consejo General?- pregunté, era la segunda vez que lo mencionaba y sentí curiosidad, aquel nombre sonaba como algo amenazador.-El Consejo General es el equivalente de lo que ustedes denominan Gobierno. Son los encargados de velar por la seguridad de la isla, por lo que se han reunido para deliberar acerca de lo que ocurrirá con usted, señorita Ámbar, su situación aquí en la Atlántida no está clara. Es usted una extraña que ha venido a perturbar nuestra tranquilidad. Hace mucho tiempo que nosotros rompimos lazos con las personas fuera de la isla. Habíamos decidido no comunicarnos con el mundo exterior.-Comprendo que mi situación es delicada y realmente siento haber venido a interrumpir su vida -dije algo molesta y a la vez dolida.-Disculpe mis palabras, señorita Ámbar, dijo suavizando la voz-. Creo que la he molestado bastante, es mejor que me retire. Recogió la bandeja y se marchó sin voltear a mirarme. Con lo que Darío me había contado comencé a ordenar mis recuerdos e ideas, intentando sacar conclusiones.“¿Cómo llegué aquí?” Fue lo primero que me vino a la mente en aquel momento. Darío dijo que me encontró inconsciente en la playa, por lo que supuse que el avión cayó al mar y las olas, de algún modo, me llevaron hasta la playa, lo cual no me convencía del todo. Pero en lugar de darle tantas vueltas al asunto decidí aceptar la versión de Darío, en espera de que mi memoria me diera respuestas más adelante.Estaba en Atlántida, aún me resistía a creerlo, pero estaba emocionada, para mi loca imaginación era como estar dentro de una de las tantas historias fantásticas que alimentaron mi vida.Darío le llamó “isla”, aunque es extraño que no se hallara en mapas y que nadie hubiese llegado a ella antes.Lo que me intrigaba y preocupaba a la vez era que en algún lugar de esta isla hubiese personas deliberando sobre mi situación y decidiendo como si yo fuese un objeto.Pasó una semana desde que desperté en este misterioso lugar, Darío seguía visitándome todos los días, llevándome la comida, además de útiles de aseo para que me arreglara. Solía quedarse un momento a hacerme compañía, conversaba de cualquier cosa, evitando mis preguntas sobre el Consejo General, y continuaba llamándome “señorita”, lo cual me parecía divertido. Realmente estaba aburrida de estar encerrada en aquella habitación, conocía de memoria cada detalle de los relieves y tallados en los muebles y paredes, había leído tantas veces los libros que hallé en el escritorio que ya era capaz de recitarlos de memoria. Hablaban de historias con héroes, monstruos y toda clase de personajes fantásticos y también había libros de poesía, al parecer Darío y yo teníamos gustos literarios similares.Al octavo día Darío me encontró levantada y vestida con la ropa que hallé en el armario, completamente decidida ha salir de la cama y de la habitación, no podía soportar más estar acostada.-¿Qué hace levantada?- preguntó sorprendido.-Me siento bien y no soporto más estar acostada, este encierro me está enloqueciendo, quisiera tomar algo de aire fresco, salir a caminar, hacer algo –contesté.Darío me miró perplejo, le sorprendió verme tan decidida.-Señorita Ámbar, usted no está encerrada –dijo suavemente.-¡Por favor! –dije-. Deja de llamarme “señorita” y de tratarme de usted, me haces creer que soy una anciana y sólo tengo veinticinco años, mi nombre es Ámbar, llámame por él.-Disculpe –contestó-, me es difícil tratarla de otra forma.-No te preocupes, Darío –dije, suavizando un poco la voz-, lo que pasa es que tu trato es tan frío y distante, impersonal, que me haces sentir una intrusa, aunque quizás lo soy, pero me gustaría sentirme de algún lugar, quisiera olvidarme de que soy ajena aquí, me gustaría quizás un trato más familiar.-De acuerdo, Ámbar -dijo sonriendo-, haré el intento si eso te hace sentir mejor. ¿Me acompañarías a comer?Su invitación me sorprendió bastante, hasta entonces solía comer sola en la habitación.-¿Qué dices? ¿Aceptas? -Volvió a preguntar.-Por supuesto -contesté emocionada, al fin saldría de la habitación-. Pero no sé si estoy convenientemente vestida para la ocasión, el dejar este cuarto merece algo más elegante -dije con una sonrisa.-Eso podemos remediarlo -dijo Darío sonriendo-, espera un momento. Acabó la frase y salió de la habitación. Volvió unos minutos más tarde trayendo un vestido y unas sandalias.-Creo que esto te quedará -dijo dándome las prendas-. Saldré para que te cambies, avísame cuando estés lista.Cuando Darío dejó la habitación cambié rápidamente el vestido, era hermoso, de color celeste, de tirantes, bordado con lirios en el borde del escote, iba atado con un lazo a la cintura y se adaptaba muy bien a mi silueta. Luego me calcé las sandalias, estilo griego con tiritas para atarlas al tobillo, de color blanco y eran de mi número. Estaba casi lista, faltaba arreglarme el cabello, así que corrí al baño, cogí un cepillo y comencé a peinarme, decidí que mi cabello cayera suelto en rebeldes rizos castaños sobre mi espalda. Finalmente estaba lista. Llamé a Darío, quien al verme quedó sorprendido.-Estás preciosa -dijo algo confundido-. ¿Vamos? -Dijo ofreciéndome su brazo, yo deslicé mi brazo por el de él y salimos de la habitación. Lo que sentí al traspasar el umbral de la puerta no se puede describir con palabras. La casa de Darío era más grande de lo que había imaginado, estaba decorada similar a la habitación que yo ocupaba. Las paredes eran blancas, llenas de relieves y tallados de figuras humanas y de animales, con distintos motivos, que iban desde actividades de la vida cotidiana hasta escenas heroicas. El mobiliario era de madera, caoba al parecer, con muchos detalles tallados, realmente hermosos. El piso parecía ser de mármol gris. La casa era de una sola planta. Constaba de una sala con dos confortables sillones, un sofá y una mesita de centro, y algunas plantas de interior, era bastante acogedora. Había un comedor, una mesa y cuatro sillas, un mueble para la loza y vasos, otro baño, la habitación de Darío, muy similar a la que yo ocupaba, y una especie de estudio con una gran biblioteca, un escritorio y silla, e implementos para escritura.Después de que me mostró su casa y yo sacié mi curiosidad, fuimos al comedor, Darío fue por la comida mientras me ubicaba en un lugar en la mesa. Estaba tan sorprendida que no podía hablar.Comenzamos a comer en silencio, pero repentinamente Darío me interrumpió con su risa..-¿De qué te ríes? -Pregunté algo molesta.-De ti -contestó cínicamente.-¿Qué dices? -Repliqué enojada.-No me malinterpretes -dijo sonriendo-. Me río de lo testaruda que eres. Al parecer estás acostumbrada a que se te consientan todos tus caprichos.-¿A qué te refieres? -Pregunté fingiendo enojo.-Porque te empeñaste en salir de la habitación hasta que lo conseguiste y saciaste tu curiosidad al conocer el resto de la casa.-No me parece divertido -dije-. Reconozco que soy algo caprichosa, pero no es motivo suficiente para ocasionar tanta risa.-Lo siento no fue mi intención hacerte enojar -dijo dulcemente-. Ahora acaba de comer para que me acompañes a caminar. ¿No quieres conocer la isla?-Claro! -Exclamé.-Pero hay algo que debo advertirte, los habitantes de Atlántida no están autorizados a hablar contigo, sólo yo puedo hacerlo ya que estoy encargado de cuidarte -dijo en tono serio.-Entiendo -contesté aunque sin entender mucho mi situación en aquel lugar.El resto de la comida transcurrió en silencio. Al salir de la casa sentí algo extraño, una mezcla de curiosidad y temor por lo que vería en aquel misterioso lugar.Mi sorpresa fue inmensa al encontrarme con un jardín de rosas blancas, tan perfectamente hermosas, olían deliciosamente. Darío se adelanto y cortó una rosa enredándola en mi cabello. Le agradecí el gesto con una sonrisa, cogí su brazo y comenzamos a caminar.El color verde brillaba por todas partes, árboles inmensos teñidos de vida. Mientras caminábamos vi más casas similares a las de Darío. Había mujeres y hombres jóvenes que al vernos saludaban con una sonrisa, inclinando la cabeza, para luego continuar con sus actividades. Parecían todos de la misma edad, y me pareció muy extraño fue el hecho de que no vi niños por ningún lugar, ni tampoco ancianos. Los habitantes de Atlántida eran todos bellos, de facciones armónicas, vestían en tonos blancos, celestes, verdes, con ropa de simples pero delicados cortes.Darío era hermoso, su cabello tenía matices castaños y dorados y a la luz del sol tomaba distintos tonos, sus ojos eran de un color muy particular, a veces parecían ser grises; otras, celestes o verdes, muy similar al color que toma el mar en el caribe, ese turquesa que no puede ser descrito con palabras. Su piel estaba ligeramente dorada por el sol, su contextura era atlética, con brazos y piernas fuertes, debía medir alrededor de un metro noventa. Parecía sacado de novelas románticas, algún dio mitológico hecho humano. Al caminar por la ciudad, pude observar que sus habitantes se dedicaban a cultivar todo tipo de vegetales, había algunos invernaderos. Recolectaban frutos, cuidaban animales, pescaban, confeccionaban ropa, etc. Cada habitante de la isla cumplía un rol importante dentro de ella y trabajaban todos en conjunto por el bienestar de su sociedad. Darío me explicó que todos trabajaban para todos, compartían alimentos y se ayudaban mutuamente. El rol de Darío consistía en ser algo así como médico, su labor era velar por la salud de los habitantes de Atlántida. Entre los habitantes de Atlántida, había médicos, científicos, astrónomos, poetas, sabios y músicos. Darío cuidaba de sus vecinos y a cambio ellos le proporcionaban ropa, comida, y otras cosas necesarias para vivir confortablemente.Las casas de Atlántida habían sido construidas entre todos, trabajaron en conjunto para levantar sus moradas, en la fabricación de muebles y así crearon la ciudad. Todos eran amantes del arte y las ciencias, conocían la naturaleza mejor que nada y vivían en completa armonía con ella. Amaban las cosas bellas, habían escultores, pintores, poetas y filósofos, Darío pertenecía al grupo de los poetas. Atlántida era realmente un lugar ideal para vivir, algo así como lo que llamamos un paraíso.Mientras caminaba dl brazo de Darío, me iba maravillando cada vez más al admirar la belleza de la isla, intentando convencerme de que no era un sueño.-Acompáñame -dijo Darío, sacándome de mi ensimismamiento.-¿A dónde? -Pregunté.-A un lugar especial para mí -contestó.Asentí con la cabeza. Seguimos caminando y llegamos a un lugar maravilloso, no podía creerlo. Había una laguna formada por una cascada de aguas tan cristalina que podía ver a los peces nadar tranquilos, las aves planeaban danzando congracia por el azul cielo, dulces brisas mecían los árboles y las flores, blancos cisnes de cabeza altiva nadaban indiferentes. Miles de flores silvestres de los más diversos colores alfombraban el lugar y los frondosos árboles proporcionaban una agradable sombra. Mi sorpresa fue mayor cuando divisé una manada de animales blancos similares a caballos y al acercarme me di cuenta de que se trataba de unicornios.-¡Unicornios! -Exclamé sin poder creer lo que estaba viendo.-Sí, unicornios, ¿no son bellos? -dijo Darío.-Yo creía que sólo existían en las leyendas -dije.-Estabas equivocada, ellos viven aquí, y son tan reales como tú o como yo -dijo.-Son preciosos, ¿podemos acercarnos? -Pregunté.-Claro, son muy mansos, acércate sin miedo.Me aproximé a ellos, eran tan dóciles, parecía que me daban la bienvenida, acaricié a uno y me pareció que me sonreía con la mirada. Después me acerqué a la laguna y metí mi mano al agua, el agua estaba tibia y no pude resistir la tentación de nadar, me saqué las sandalias y me arrojé al agua.-¿Qué haces? -Preguntó Darío sorprendido.-¿No lo ves? Planeó nadar - contesté serenamente-. Acompáñame.-¿Estás loca? -Dijo.-No -dije saliendo del agua, me aproximé a Darío, tomé su mano y lo arrastré al agua.-El agua está deliciosa, ¿no te parece?- dije.-Tienes razón, en realidad está exquisita -dijo-, aunque sigo creyendo que estás loca.Después de nadar, nos tendimos en la orilla esperando que se secara nuestra ropa, no sé por cuánto tiempo, pero pronto el cielo comenzó a matizarse de malvas y nos dispusimos a regresar. Luego del paseo yo estaba algo cansada, demasiadas emociones para un solo día, así que me retiré a mi habitación. Estaba tan feliz, Atlántida era maravillosa y me sentí como en un sueño. Darío era encantador, tan amable y dulce, me hacía sentir tan bien que llegué a olvidar que me encontraba lejos de todo,.Darío parecía un ángel, sus rasgos perfectos, su piel, sus ojos mezcla de verdes y azules, parecía tener no más de veintisiete años, con razón al verlo pensé que era Eros, el dios griego del amor.Las emociones de ese día me habían agotado, así que me quedé dormida evocando el rostro de Darío.Al día siguiente me desperté al oír tocar a mi puerta, era Darío, me traía más vestidos, de corte similar al que había usado el día anterior, todos en tonos pasteles, también me traía una rosa blanca.-Levántate y acompáñame a desayunar -dijo y salió de la habitación.Me metí corriendo al baño y me vestí apresuradamente. Después de desayunar acompañé a Darío en sus quehaceres domésticos y fue maravilloso. Estaba preocupada, había transcurrido una semana más desde mi llegada a aquel lugar y al parecer el Consejo General no había decidido nada sobre mi situación, Darío evitaba hablar del tema, mas yo sabía que estaba tan preocupado como yo.Un día me encontraba en el jardín admirando las rosas, Darío se acercó sin decir nada, cortó una rosa y la enredó en mi cabello como siempre, mas sus ojos habían perdido su brillo, esquivaban mi mirada, presentí que algo le perturbaba.-Vamos a caminar -dijo ofreciéndome su brazo.Asentí con la cabeza, no me atreví a hablar.Nos detuvimos en la laguna, cerca de los unicornios, nos sentamos en el césped multicolor, Darío seguía sin pronunciar palabra.-¿Debo irme? -Dije interrumpiendo el silencio.Asintió con la cabeza.-Comprendo -dije mientras mis ojos se humedecían- ¿Cuándo? -Pregunté.No obtuve respuesta.-¿Por qué? -Pregunté, al decir esto mi voz se quebró.-No es tu culpa, decidieron que no perteneces aquí, no es tu tiempo aún -contestó.-¿Qué quieres decir? -Pregunté confundida.-Un día comprenderás -dijo con algo de tristeza, mientras yo no podía comprender lo que me decía.El resto de la tarde estuvimos sentados en la orilla de la laguna, sin decir una palabra, hasta que una repentina lluvia nos hizo correr, haciéndome olvidar un poco la tristeza.Parecíamos dos niños corriendo libres de la mano, llegamos calados hasta los huesos. Luego de secarnos y cambiarnos de ropa nos fuimos a dormir.No pude quedarme dormida, si cerraba los ojos tenía pesadillas. La lluvia azotaba la casa y muy pronto comenzaron los truenos, sumados a los relámpagos. Tenía miedo, siempre he temido a las tormentas. Logré quedarme dormida pero un trueno me hizo despertar gritando. Darío llegó enseguida y al parecer tampoco podía dormir, aún estaba vestido.-¿Qué ocurre? -Preguntó.-La lluvia..., los truenos..., tengo miedo -dije temblando.-No debes temer, estoy contigo -dijo en tono protector-. Me quedaré hasta que te duermas. Diciendo esto se sentó en la cama y me acurrucó entre sus brazos, como si fuese un bebé. Darío estaba triste, pero intentaba sonreír, no le dije nada para no inquietarlo más. No quería irme, aunque extrañaba mi hogar. Siempre supe que nada es eterno, yo iba a morir tarde o temprano, pronto los síntomas de mi enfermedad se acentuarían y no me gustaría que Darío me viera morir, le haría daño, era mejor así, con tiempo todo se olvida. Me quedé dormida, sentí la tibieza de los labios de Darío en mi frente y caí en un profundo sueño.Desperté tranquila, pero me sentía extraña. No estaba en la misma habitación. ¿Qué había ocurrido? ¿Dónde me hallaba? Me senté rápidamente y me di cuenta de que estaba en la habitación d un hospital, todo era blanco y olía a medicamentos, estaba conectada a una máquina y tenía agujas en mi brazo. ¿Qué pasaba? No entendía nada. Comencé a gritar llamando a alguien. Entró una enfermera.-¡Doctor! Ha recuperado el conocimiento -dijo.Me tomaron el pulso, la presión y no sé que más y llegó el doctor.-¿Cómo se siente? -Preguntó.-Confundida, ¿qué hago aquí? -Pregunté.-Es normal que se sienta confundida, acaba de despertar, en cuanto a lo que hace aquí, ¿no recuerda lo que pasó? -Preguntó-Realmente no -contesté, no deseaba que me consideraran loca, si decía algo de Atlántida o Darío creerían que deliraba.-El avión en el que viajaba sufrió un accidente y cayó al mar -me estaba diciendo lo mismo que Darío-, usted es la única sobreviviente, un barco pesquero la rescató, inconsciente pero aún con vida, avisaron a la marina y ellos la trajeron al hospital.-¿Cuánto llevo dormida?- pregunté.-Alrededor de dos semanas, cayó en un coma profundo y creímos perderla, pero al parecer aún tiene cosas pendientes en este mundo -contestó.No fui capaz de articular palabra, sólo lo miré, no podía ser verdad. ¡NO! Sus palabras, sus brazos, todo había sido un sueño, producto del delirio. Mi loca imaginación alimentada por todas las historias fantásticas que había leído, todo se mezcló y acabó confundiendo mi razón llevándome a desvariar.Un sueño... Sólo un sueño y nada más. Estuve una semana más en el hospital, no hay nada relevante que relatar, jeringas, remedios, exámenes y todo lo demás.Mis padres fueron a buscarme, preocupados pero felices de verme recuperada, me alegré por ellos. Cuando la enfermera fue a buscarme para abandonar el hospital, me entregó las pertenencias que llevaba cuando me encontraron, una sortija, una pulsera y una cadena con medallón.-¿Y esto? -Pregunté señalando el medallón.-Lo llevaba cuando la encontraron, no lo recuerda -dijo-. Lo guardé mientras estuvo inconsciente, es una joya preciosa, antigua y por el grabado en el dorso pensé que tendría un enorme valor sentimental para usted.-Gracias -dije aún confundida.Tomé en mis manos el medallón y era realmente hermoso, hecho en oro envejecido, tenía un unicornio en relieve, corriendo y en el dorso decía: “Volveré por ti” y más abajo estaba firmado “Darío”, mi sorpresa fue enorme, no sabía que pensar, ¿qué significaba el medallón? Yo nunca lo había antes, ¿por qué lo tenía ahora? ¿Por qué aquellas palabras? En el fondo lo sabía, aun sin comprenderlo del todo.No fue un sueño, en verdad estuve en Atlántida, con Darío, pero ... ¿Cómo?No conté a nadie lo ocurrido, evité a hablar del tema, me creerían loca si hablaba de mi paso por Atlántida. Tampoco quise hablar del accidente o el hospital, mis padres entendieron y no hicieron preguntas, lo asociaron a un trauma post accidente.Ha transcurrido un año desde que dejé el hospital y retomé mi antigua vida, aunque ya no puedo viajar tanto como antes, mi salud me ha obligado a establecerme definitivamente. Mi último viaje fue para visitar a mis padres, aún no saben nada de mi enfermedad, me encontraron más delgada y algo pálida, pero culparon de ello al hecho de que vivía sola y no me alimentaba bien, fue mejor así.Al despedirme tuve miedo de que las lágrimas me delatasen, ya que posiblemente no volveríamos a vernos.Sé muy bien que mi tiempo se agota, me siento débil, hace unos días hice venir al notario para legalizar mi última voluntad. Mi enfermedad ha avanzado notablemente, el fin se acerca y ya no tengo fuerzas para escapar.Aunque no tengo miedo, ¿debería? Es mi destino, sólo me entristece mi familia, no sé cómo lo tomaran, oculté mi enfermedad, les mentí. Dejé una carta para mis padres, explicando los motivos que me impulsaron a no contarles nada, todos mis bienes son para ellos y mi hermana menor quien les ayudará a superar mi ausencia.Me establecí en una casa en el campo, lejos del bullicio de la ciudad, bullicio que antes anhelaba.La casa tiene un hermoso jardín de rosas blancas. Todas las mañanas al abrir la ventana percibo el delicioso perfume que me recuerda la casa de Darío. El sol y sus tibios rayos me despiertan con sus caricias y el canto de las aves me acompaña. Ahora no vivo sola, hay una joven, Cynthia, que se encarga de cuidarme como a una niña pequeña. Ya no puedo levantarme, Cynthia me trae rosas todas las mañanas y las deja en el velador.Estoy tan débil que me veo forzada a permanecer en cama, por eso escribo, me sirve para que los días no parezcan eternos. Así no pienso. Revisando mi vida, no tengo nada de que arrepentirme, disfruté mi efímera existencia al máximo y fui feliz. Pienso cada día en Darío, ¿me recordará? No me he separado del misterioso medallón, creyendo que un día lo volveré a ver, caminaremos juntos de la mano por los campos de Atlántida, y veré dormirse al sol mecido en olas en llamas.¡Oh, Darío! ¿Dónde estás? ¿Por qué me dejaste marchar?Estoy muriendo, lo sé, queda muy poco tiempo, mi ocaso ya comienza. Siento la lluvia estrellándose en mi ventana, al viento arrancando los pétalos de las rosas, mas ya no tengo miedo.Las fuerzas me abandonan.... Pero... Alguien toca a mi puerta.... ¡Qué tonta! Es sólo el viento.Alguien entra a mi alcoba, no puedo distinguir su figura, sólo escucho sus pasos, se acerca lentamente a mí, me llama por mi nombre... esa voz... me es familiar, yo la conozco, cómo podría confundirte, Darío...


Cuento tomado de mis "Historias Insomnes"
Autor: Ishel
Derechos Reservados

viernes, 4 de enero de 2008

A UN AMIGO ESPECIAL






Compartimos silencios
degustamos palabras
y el encanto adverso
que tienen las lágrimas.
Has sido el aliento
en mi marcha cansada
y ofrecido tu pecho
como escudo antibalas
deteniendo aquel viento
que escarcha miradas,
protegiendo mis sueños
cuando falta confianza.
Compañero sereno
que no cansa en la marcha
y se halla dispuesto
para ahuyentar las lágrimas...
Las palabras nunca son suficientes para expresar lo importante que es un amigo. Alguien dijo una vez que "quien tiene un amigo, tiene un tesoro" y lo he comprobado realmente.
Estos versos se los dedico a mi mejor amigo, de quien a veces abuso obligandolo a compartir mis penurias.

Autor: Ishel
Derechos Reservados