viernes, 23 de febrero de 2007

NUNCA ES TARDE PARA APRENDER

Con el tiempo me he dado cuenta que aquellas cositas que no resolvemos en la infancia las arrastramos hasta adultos y, por más que pretendamos ignorarlas, permanecen a nuestro lado hasta que decidamos concluirlas.
Cuando estaba en el colegio me arrancaba de las clases de Educación Física, no soportaba la idea de hacer ejercicios. No me gustaba ensuciarme, ni transpirar, ni mucho menos correr veinte minutos en un patio de tierra. Me suspendieron más de una vez por no obedecer a mi profesor, incluso en Enseñanza Media el profesor decidió suspenderme de su clase por todo el año. ¿Cuál fue el resultado? Por sedentaria debo controlar lo que como para mantener mi peso y ahora pago un gimnasio para hacer ejercicio. Las ironías de la vida. Disfruto haciendo ejercicios y, aunque odio a mi entrenador, invierto bastante tiempo en ello.
Otra de las cosas curiosas de mi vida es que cuando era pequeña solía observar a mis vecinos mientras andaban en bicicleta. Recorrían la cuadra a toda velocidad y yo, los miraba desde mi ventana, meneaba la cabeza y retomaba mi lectura. Me parecía una perdida de tiempo andar en bicicleta, pensaba que era más productivo alimentar mi mente.
Ahora desde las distancia de los años creo que si hubiese invertido al menos una tarde en intentar subirme a una bici, no estaría toda aterrada ahora.
En uno de esos días de creatividad se me ocurrió que tal vez sería una buena idea comprarme una bicicleta. Pensé que podría ser mi medio de transporte ahora que el Transantiago cambió mis rutas de desplazamiento. Además sería un buen ejercicio cardiovascular. Y, aquella personita que hace latir mi corazón, me apoyó y se comprometió a ayudarme en mi aprendizaje. Finalmente compré la bicicleta y para hacerme su amiga hasta la bauticé. Se llama Anacleta, sé que no es el más original de los nombres, pero suena bien.
Bueno, resumiendo, parezco dálmata con todos los moretones que tengo tanto en piernas y brazos. Apenas y consigo equilibrarme unos segundos. Creo que la idea de que ciertas cosas se deben aprender cuando eres niño, tienen su fundamento en que a esa edad no tienes mucha conciencia de lo que significa el ridículo y además sabes que si te caes están tus padres para consolarte y mimarte (bueno es lo que debiera ocurrir, aunque hay tantos tipos de familias que mejor no profundizar).
Por lo menos sé que si me caigo hay alguien que me mimará y me seguirá instando a continuar. Y por supuesto tengo un gran incentivo que me hace perseverar a pesar de los moretones, pueden imaginarse a lo que me refiero, considerando quien es mi instructor.
Basta por hoy. Creo que ya aprendí la lección y si alguna vez vuelvo a nacer, reencarnar o lo que sea, hay algunas cositas que tendré en mente antes de negarme a algunas acciones.
Morfeo: "Acógeme en tus brazos".

2 comentarios:

Di A dijo...

Me acorde del efecto mariposa con tu post. Bueno, a mi me pasa algo parecido, no siempre me remonto a la niñez eso si... de grandote, también deje pasar ciertos momentos que pudieron cambiar muchas cosas en este tiempo presente. Solo espero haber aprenido lo suficiente de eso, para no volverlas a dejar pasar.

Cuidate mucho, espero que nos veamos este fin de semana, a ver si hacemos algo entrete... que cuatro es la medida justa dicen.

saludos *.

Ale®

Ishel dijo...

La parte mas divertida es que aun no aprendo a andar en bicicleta. Parece que hay cosas que tienen su tiempo de aprendizaje.