miércoles, 14 de febrero de 2007

LA CUNA DEL SILENCIO


El crujir de las hojas bajo su paso agitado se acoplaba a la brisa jugueteando con los árboles. La luz disminuía mientras se adentraba en lo profundo del bosque. Un trinar repentino no tubo la fuerza para distraerle de su recorrido. No tenía tiempo de detenerse ni siquiera a escuchar, debía llegar lo antes posible, mas su andar parecía no acompañar el deseo de prisa ¿ Llegaría a tiempo? Esa pregunta daba vueltas en su cabeza. Tenia que. No era posible de otro modo. Había demasiado en juego, demasiado que perder. Debía convencerse de lograrlo, no podía dejar a medias el camino. Las energías se marchaban en la medida de que las sombras se consumían la luz. Era imposible cortar el miedo. Miedo a lo que encontraría al llegar, miedo a no llegar, miedo...miedo, en sus diversos matices y posibilidades.

¿ Como llego a ese punto? Silencio. No quería pensar en ello. Conocía la respuesta, pero prefería olvidar. Si pensaba demasiado en ello volvería a preguntarse como haber evitado la situación.

El caer de una cascada le indico que se hallaba cerca, faltaban sólo algunos pasos más y aún era tiempo, el Sol no acababa de dormirse. Finalmente llegó. La cuna del silencio, perdida en medio de un inexplorado bosque, protegido del mundo por el dificultoso acceso. El centro del bosque. Un sitio llano de forma circular en cuyo centro había una caída de agua cristalina que formaba una laguna. En medio de la laguna había una roca que se asemeja a un altar. El agua que salpicaba en su caer al cruzarse con la luz daba matices multicolores al sitio donde se encuentra la roca. Alrededor, distintos tonos de verdes decoraban el entorno, flores de indescriptibles colores confundían con sus matices; Había llegado... Mas ahora cuestionaba que le había llevado a aquel lugar. Tanto tiempo había anhelado llegar ahí que el haber alcanzado su meta le dejaba cierto sabor a desencanto. Había dedicado tanto tiempo buscando aquel lugar que ahora el hallarlo no le satisfacía. Fue tanto el tiempo y el tesón que puso en la búsqueda que se olvidó de observar a su alrededor, perdió la noción del tiempo, dejó de percibir los aromas, pasó por alto formas y colores en su camino, nada era más importante que su búsqueda. Ahora escuchaba las voces que pasaron a su lado en el camino que sólo distinguió como murmullos y hoy eran añejas melodías que le provocaban cierta tristeza. Distinguió rasgos y miradas que ignoró y ahora, por alguna razón, se presentaban claramente y le hacían sentir nostalgia. Se dio cuenta de que en el camino de su búsqueda se concentro tanto en llegar a la meta sin permitirse degustar del paisaje. Ahora entendía la sensación de desencanto al llegar... mas era tarde, no se puede salir de la Cuna del Silencio.
Autor: Ishel
Derechos Reservados

2 comentarios:

Ishel dijo...

Creo que desde aqui ya no hay salida.

Anónimo dijo...

la idea está ya en el poema que conocerás seguro, ítaca, de kavafis
y hay en ese poema otra idea preciosa: en el viaje a ítaca no verás lo que temes si no lo llevas dentro de ti
o sea, todo lo que vivimos es una proyección de nosotros mismos, y perdona el tono, ishel, pero si eso es así, tú eres una proyección mía, y yo una proyección tuya
ten
amor,
de mi parte,
santi
(por cierto: también me precio de ser egoísta) un beso